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Totum Revolotum

El banco ético, complemento del banco tradicional [Entrevista a Narcís Sánchez, representante de la Universitat de la Pau en FETS (Financiamiento Ético y Solidario).]

Narcís Sánchez trabaja para un banco tradicional, pero además es el representante de la Universitat de la Pau (de Sant Cugat del Vallés) en FETS, una organización que promociona la banca ética en Cataluña. En esta entrevista, ha combinado sus conocimientos sobre los bancos éticos y sus experiencias en el terreno de los bancos tradicionales para explicar qué es el banco ético y qué lo diferencia del otro tipo de banco.

Narcis Sánchez me condujo hacia una de las aulas de la Universitat de la Pau. Allí nos sentamos alrededor de la mesa blanca que ocupaba el centro de la habitación y, mientras preparaba la grabadora, él puso sobre la mesa el libro La banca ética: molt més que diners (con marcadores en algunas páginas) y, junto a éste, una copia del cuestionario que le había pasado lleno de anotaciones, porque me dijo que se quería preparar la entrevista. A un lado de la habitación había armarios con archivos, documentos, carteles... En el otro lado había cajas recogidas bajo unas estanterías que guardaban papeles de colores, sobres de diferentes tamaños… La luz tenue y la pared blanca resaltaban un cartel colgado en una de las paredes cuya inscripción, escrita en rotulador púrpura, decía Entre tot@s mantinguem l´ordre.


Para empezar le pregunté qué era FETS (Financiamiento Ético y Solidario), y me respondió, mientras abría una página al azar del libro, que era una asociación de segundo nivel que reunía a unas 50 entidades catalanas con tres objetivos comunes: primero, la divulgación de lo qué era la banca ética; segundo, la promoción de los actuales instrumentos financieros de la banca catalana; y el más ambicioso, la promoción para crear un banco ético en Cataluña.


Como curiosidad le pregunté que era una asociación de segundo nivel, y me respondió que era aquella cuyos socios no eran individuos sino entidades.


Tras su explicación, me contó lo arduo y difícil que era crear un banco, y que por eso FETS aún no había conseguido formar uno. Por lo visto se necesitaba una autorización Ministerio de Economía e Hacienda, una inscripción en el registro de entidades del Banco de España… y todo eso significaba tener que pasar por una serie de trámites, hacer grandes inversiones…


A continuación Narcís Sánchez me contó las acciones de FETS hasta la fecha. Hasta ahora se había ido moviendo por el Tercer Sector, divulgando la teoría de la banca ética. Así había conseguido crear una corriente de opinión favorable a la hipotética existencia de un banco ético en Cataluña. En otras palabras: había creado un marco adecuado para crear un banco ético y, ahora, “si alguien se levantara un buen día diciendo “pues mira, voy a crear un banco ético” se encontraría con entidades que le apoyarían”.


Le pregunté a qué se refería con el Tercer Sector, y me respondió que se refería a ONG´s, movimientos sociales, empresas de inserción de discapacitados físicos…


Tras la aclaración me explicó que el interés de la Universitat de la Pau, una asociación interesada por la divulgación de temas sobre la paz, por FETS había nacido porque la banca ética estaba relacionada con temas que contribuían a construir un ambiente y una sociedad en paz (como la igualdad de posibilidades, el comercio justo, las finanzas éticas…). Me recordó, dando golpecitos rítmicos con los dedos en la mesa, que la paz no sólo era la ausencia de guerra, sino que era también la generación de unos condicionantes sociales que posibilitaran la paz.


En cuanto al papel que tenía la Universitat de la Pau en FETS, me contó que se había asociado el año pasado, y que desde entonces participaba activamente tanto en las juntas como en las reuniones de trabajo.


Había llegado el momento, tras los prolegómenos, de saber qué era exactamente un banco ético. Según Narcís Sánchez, era un banco que tenía dos objetivos: el primero era tener beneficios y el segundo objetivo era financiar actividades económicas que tuvieran un impacto social positivo. El primer objetivo lo compartía con los bancos convencionales, pero me contó que a un banco ético le interesaba tener beneficios para asegurar su continuidad, y que eso era un matiz que lo diferenciaba de los intereses económicos de los bancos convencionales.


Inmediatamente le pregunté qué era un impacto social positivo, y me respondió que era un término muy amplio que abarcaba proyectos humanitarios, ecológicos, ayudas a los pobres… Por ejemplo: ofrecer créditos a los que estaban excluidos socialmente era un impacto social positivo. Pero me advirtió que el proyecto debía ser viable econonómicamente porque si no podría amenazar al futuro del banco ético.


Como ocurría con el banco convencional, era un banquero el que gestionaba un banco ético, pero “lo que pasaba era que los banqueros éticos no buscaban el beneficio económico, sino que buscaban el beneficio social, y solían estar vinculados con sectores y organizaciones sociales”.


Era difícil de entender que un banco diera sin recibir nada a cambio y que priorizara lo social antes que lo económico. Con estas palabras se lo dije, a lo que él me respondió, con una sonrisa, que no era tan extraño. Comentó que el que participaba en una ONG “lo hacía sin querer recibir nada a cambio, y que esto”, refiriéndose a la banca ética, “era igual”.


Por cierto, el que quisiera saber cómo participar como cliente de una banca ética, se podía informar a través de entidades que trataban estos temas, como Oikocrédit, Fidem, COOP 57… y que también podía conseguir información a través de Internet… Pero, “por desgracia” (sic), esa persona no tendría muchos recursos más para conocer la existencia de una banca ética, porque uno de los problemas más importantes de un banco ético era la dificultad que tenía éste para lograr que su mensaje llegara a “la gente” (sic), porque de lo que menos disponía era de dinero para darse a conocer.


Le pregunté si cuando se refería a “la gente” se estaba refiriendo a un grupo en concreto, y, tras resoplar, me respondió que un banco ético no vetaba a nadie y que cualquiera podía venir a un banco ético para dar dinero o bien para pedirlo. Pero me precisó que no se aceptaba dinero de operaciones ilícitas.


Toda entidad estaba obligada por el Banco de España a poder garantizar que el dinero de sus clientes no provenía de operaciones ilícitas (tráfico de armas, de drogas…). Cuando una persona abría una cuenta en una entidad, ésta debía averiguar de dónde venía este dinero. Para ello el banco daba a la persona unos cuestionarios que debía rellenar. Me contó que así el banco sabía dónde trabajaba esta persona, qué salario ganaba al mes… así que si veía que el dinero que traía no encajaba con su situación, “es que había gato encerrado”.


Como estábamos hablando de posibles clientes, le pregunté cómo era el perfil de una persona que acudía a un banco ético, y me respondió, mientras enumeraba con los dedos, que normalmente encontraríamos dos tipos de clientes: el que iba a pedir préstamos y el que iba a depositar sus ahorros. Los primeros solían ser personas que tenían cerrado el acceso a los bancos convencionales (parados, pobres, marginados sociales…), y los ahorradores eran personas que tenían una serie de ideales que les hacían no sólo buscar un buen rendimiento financiero a la hora de ahorrar, sino también querer ayudar a aquellos que no tenían su misma situación económica.


Mientras él volvía a poner los hombros sobre la mesa, le pregunté qué se pretendía conseguir con los créditos pequeños (los llamados microcréditos), y me respondió que en el mundo había una sociedad establecida, con personas que estaban excluidas total o parcialmente de ella. Había gente que, por ejemplo, estaba en el paro desde hacía diez años, sin un duro, y que no sabía a quién pedir un crédito. Si esta gente iba a un banco convencional, éste no le daría el dinero. Entonces explicó que lo que pretendía el microcrédito era incorporar a esta gente a los circuitos sociales tradicionales y, lo más importante, darles un acceso al trabajo. Era muy habitual que la persona que pedía un microcrédito, terminara generando con él su propio trabajo.


A continuación supe que el banco ético daba a conocer a los clientes la destinación de sus inversiones, porque uno de los principios de los bancos éticos era el de la transparencia. Y si eso no era suficiente, el cliente siempre podía acudir a los observatorios éticos, “por si no se acababa de fiar y necesitaba una confirmación externa”. Narcís Sánchez añadió que cuando un cliente dejaba dinero para ciertos proyectos, su dinero sólo podría ir única y exclusivamente a los proyectos que él había escogido. Me dijo que si él, por ejemplo, diera su dinero para un proyecto del Tercer Mundo, sabía que esa sería la única destinación posible.


Antes de seguir me remarcó que esos principios de transparencia no estaban en los bancos convencionales, porque su objetivo final no era conseguir un impacto social positivo, sino ganar dinero. No obstante estaban obligados por ley a tener una determinada transparencia. Continuó diciéndome que si un banco invertía en una sociedad que producía armamento, el banco lo debía declarar. “Lo que pasaba era que mientras un banco ético hacía todo lo posible para comunicar sus inversiones a sus clientes, el banco tradicional sólo declaraba lo que por ley debía declarar. El resto se lo callaba” (sic).


Después me dio su opinión sobre si la banca ética lograría o no lograría sustituir a la banca convencional. Según él, ese era el objetivo que la banca ética quería conseguir a largo plazo, “y ojalá lograra cumplirlo”. Pero me dijo que creía que se debería conformar con ser un complemento de la banca convencional, ofreciendo servicios a los que no tenían acceso a un banco tradicional.


Finalmente le pregunté si trabajaría en un banco ético si tuviera la oportunidad, y, con una sonrisa confidencial, me respondió que lo haría “sin pensarlo dos veces” (sic), siempre y cuando el sueldo le permitiera llevar una vida digna, aunque ya se había hecho a la idea de que sería muy inferior al que se ganaba en un banco tradicional.


Página oficial de FETS
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